“¡Gracias Ticona Cusullaca, Yuspagara!”
Carla Begazo Maica
La frase supra expresa con claridad la inolvidable experiencia vivida por 15 voluntarios de la Universidad
Católica de Santa María en su Misión al centro poblado de Ticona Cusullaca (distrito de Pilcuyo, provincia del
Collao, Departamento de Puno) realizada del 15 al 21 de julio del presente año.
Por primera vez, en sus 15 años el Voluntariado ha llegado a una zona aimara, Ticona Cusullaca es un pueblo
que nos sorprende gratamente por su gran organización, el pueblo es grande y se divide en cuatro barrios:
Barrio 1 de mayo, Barrio 6 de julio, Barrio Progreso y Barrio Cusullaca; tienen su Alcalde y sus Regidores,
Tenientes Gobernadores y presidentes de barrios. Al llegar al pueblo el fuerte frío que se siente (-4°) fue
olvidado por el caluroso recibimiento que nos dieron sus autoridades, todas estuvieron prestas a acogernos,
guiarnos y servirnos de traductores durante toda la misión, porque la población, en su mayoría, solo habla
aimara.
La gran organización del pueblo contrasta con la lamentable y flagrante ausencia del Estado en los mínimos
servicios básicos. El pueblo no tiene una posta de salud, no cuenta con agua potable, no cuentan con
servicios de desagüe, no tienen una comisaría, etc. En contraste, ellos tienen un sistema de vigilancia propio
que se realiza por turnos entre los dirigentes y pobladores; sacan agua del subsuelo a través de pozos; cuenta
ya con el servicio de alumbrado eléctrico, aunque se corta en cualquier momento; tienen una escuela pero de
pocos alumnos; los jóvenes y adolescentes tienen que salir del lugar para continuar sus estudios, en
consecuencia la población es mayoritariamente adulta y de la tercera edad.
El Voluntariado, como parte de su Misión, ha visitado las familias del pueblo, para conocerlas, escucharlas y
ofrecerles ayuda tanto material como espiritual. Así mismo, hemos llevado el servicio de atención odontológica
que ha sido muy bien recibida por los pobladores, una atención básica con nuestros voluntarios de medicina y
un voluntario patólogo que detectó muchas micosis en la población. Como es evidente las carencias y
necesidades surgen inmediatamente, no es difícil darse cuenta de las dificultades que afronta esta población,
pero la entereza con que las afrontan son realmente admirables.
La mayor riqueza de esta Misión en Ticona Cusullaca ha sido el aprendizaje a todo nivel dado por la
experiencia de compartir y convivir con su gente; aprendimos a hacer chuño con ellos, sin importar que
nuestras manos se rajasen por el frío; aprendimos a hacer huatias, que ellos compartieron con nosotros;
aprendimos que la solidaridad se vive en el día a día, por cómo se cuidan ellos solos; aprendimos, en fin, el
verdadero significado del compartir, porque cada día nos sorprendían con papas, queso, leche. Por eso nos
preguntamos ¿hemos venido a ayudarlos? No, ellos nos han ayudado a ser mejores personas, por eso nos
queda el sentimiento agradecido por tantas enseñanzas. Ellos, como la viuda de evangelio, “compartieron con
nosotros no solo lo que tienen, sino lo mejor que tienen”.
¡Gracias Ticona Cusullaca, Yuspagara!